INSTITUTO DE ESTÉTICA

Reflexiones en torno a Coloquio sobre Naturaleza y Sacralidad

En 2020 se realizó el "Coloquio Naturaleza y sacralidad, quietud humana y conexión con la vida", encuentro organizado por nuestro Instituto, junto a NIOS. En la ocasión se reunieron exponentes de diversos lugares del mundo, entre ellos la chamara y mujer medicina, Carmen Vicente, quien dirigió algunas refleciones sobre estos temas. 

*Publicado originalmente en Revista SOLARIS, Om Bhakti

"De donde vengo la enseñanza era escuchar las piedras, escuchar al hombre bajo la
laguna...escuchar a la mujer a través de las flores, al hombre en el cactus...
La escuela es volver al mapa, y es un tiempo emergente para hacerlo".

Carmen Vicente

"El río es voz que no calla, que se abre en el lenguaje de las aguas" recitaba Daniela Catrileo recordando su infancia, la de ese río que corría en las tierras de su hogar y que también rememora el significado de Catrileo, río cortado: aguas desviadas y arrebatadas, que hoy buscan con fuerza su cauce, para continuar regando el espacio sagrado de los ancestros. Aguas cantoras, relata Natalia Contesse, cuya melodía plasmada en las walinas entonadas por mujeres de los pueblos andinos, son creadoras de diálogos, regenerando esa relación amorosa entre el ser humano y el agua e invitando a reanimar ese elemento vivo, el que fluye aún, entre montes del desierto o en ciudades habitadas por muchos que las mantienen en el olvido.

Ambas experiencias con el agua es recordar la experiencia con lo sagrado en y siendo con la naturaleza y, desde allí, volver a sacralizar el espacio y los tiempos. Y en ese andar, es que Claudia Lira nos invita a vivir la diversidad de la experiencia estética en la que percibimos el misterio en serenidad y quietud interior, permitiendo una conexión y percepción abierta con la quietud de la vida. Desde ahí, como señala Rodrigo Bobadilla, la importancia de la modificación de la conciencia que, al volverse un sentimiento surge la compasión a la naturaleza, fuerza que nos permite
salvaguardarla.

Escucha atenta a las piedras, al agua, a las flores, a la vibración de los tambores, alcanzando el bienestar emocional y capacidad de conocernos en el colectivo, como señala Jorge Calbucura al destacar la concepción de lo que es, justamente, esa cosmovisión emocional, plasmada en el espacio circular de los tambores sagrados de la cultura sami, ocultos bajo el cesgo de la herida colonial, cuyo dolor también ha sido transformación para el revivir de aquellos cobde sagrados.

Como aquel kultrún liberado de la oscuridad, que se eleva a la luz en el pewma de Francisco Huichaqueo, en armonía con el sonido del tambor tocado por la machi que alzó la voz para manifestar la pertenencia de los objetos sagrados de su pueblo mapuche. Así, danzando entre imágenes
oníricas, rompiendo realidades, vuelve el canto de shamanes: sur, centro y norte andino, el poder del espíritu perpetuo que Carmen Vicente llama al encuentro de lo que ya ha sido soñado: " Quiero que el otro me hable porque la palabra trae la memoria del corazón, porque no sólo es un puño rojo en la vena más roja sino en la totalidad".

Como la totalidad del rojo vivo de la laguna que relata Natalie Joignant y el mito aymara en su mixtura con el mundo cristiano y aludiendo a las diversas maneras de entender el relato como medio de protección del espacio sagrado. Laguna roja, cuyas aguas son las venas abiertas de aquella llama sacrificada, donde José Vielva logra distinguir que toda forma de religiosidad es también una forma de subsistencia. Y entonces, nos preguntamos, ¿es el sacrificio del animal, del shaman danzando al fuego y sudando el agua que se requiere para subsistir, el dolor físico del peregrino que asciende montañas que permite resonar y reactivar, una y otra vez, lo sagrado? "El cielo escoge entre los seres humanos a aquellos que son más sensibles y los hace resonar", cita Claudia Lira de las palabras de Han Yu.

Ese estímulo y respuesta, resonancia empática, donde el rezo del devoto ante la figura del bodhisattva estimula al elemento aire o agrada a los oídos del buda, dejando que la bruma se despeje y puedan apreciar el rostro de Samantabhadra, a lo alto de la montaña Emei, relata Elvira Ríos. Todo ello impulsado por el ímpetu, ese motor interno que actúa en la confianza, aquella energía que permite creer, confiar y persistir en que se es capaz de construir espacios autónomos, autogestionados y desmercantilizados, como lo recalca Óscar Navarro, y es posible apreciar en la villa ecológica Govadharma descrita por Javier Armijo, donde se entiende que para descontaminar las tierras debemos partir por nuestro interior: "si nuestro corazón está contaminado vamos a arrojar esta contaminación a través de nuestras palabras, acciones y desde esta manera contaminar el mundo (Radhanath Swami).

Desde ahí es que Sergio Candia llama a preguntarnos sobre qué elegimos, por qué elegimos, cómo lo obtenemos e invitarnos a la observación prolongada y reflexiva, en lugar de labores prolongadas e inconscientes; de entender a las plantas y los animales en todas sus funciones, en lugar de tratar a las áreas como sistemas (Bill Mollison).

Entonces, la invitación es volver a recordar, cómo se ha creado la humanidad, cómo esa historial lineal de la vida crea realidades donde el ser humano fue desponjándose poco a poco de la concepción de unidad a la individualidad, llevando el deseo/placer y el apego de nuestras propias creencias a la cumbre más alta de nuestra mente, despojándose del valor de la conexión del ser humano con la naturaleza, que mencionaron los indígenas a los que llegaban a colonizar sus tierras, como recuerda Rosario Carmona. De esta manera, enfatiza que el mundo actualmente evidencia que no podemos separarnos y para aquello es preciso iniciar con prácticas que en nuestra propia esfera individual, como lo es la meditación de conciencia plena, nos permite dar el paso de no confundir placer con felicidad. Y así, conectamos mente/corazón; ya lo decía
Hanumatpresaka Swami: "Tenemos que conectar nuestros pensamientos con el corazón.

Como en aquella conversación alrededor de 1935 entre Jung y su amigo el chamán hopi “Lago de la Montaña” donde éste le explicaba que el “hombre blanco” actúa desquiciadamente porque piensa con la cabeza: “solo un hombre loco tiene los pensamientos en su cabeza, un hombre sano tiene los pensamientos en su corazón”. Esto último responde también al porqué la tergiversada idea de la palabra "conquista", pues, según el mundo judeocristiano y como ha señalado Ana María Tapia, en los textos sagrados se entiende como servir, respetar y hacerse responsable del mundo, pero es evidente, en muchos ejemplos señalados por José Mauricio Contreras, que la concepción de conquista fue en su modo de comprensión y en su acción muy distinta.

Y entonces, otra vez, el llamado de volver a recordar, hablar de la dignidad, pero también de la verguenza (Carmen Vicente), sabiendo que no hay recuerdo sin un volver a aprender y de esta manera, habrá cambios de conductas que nos permitirá enseñar. Eso sí, el o la que enseña, debe atender a la vulnerabilidad de su visibilidad, como reflexiona Georg Moeller a la alegoría daoísta de la caza: es la atención a mostrarse, al cuidado de la construcción y destrucción constante de identidades, a la fragilidad de la exposición.

 

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