El académico fue reconocido tras haber cumplido 35 años en la UC. El profesor ha atravesado un camino que cruza la docencia escolar y universitaria, la reforma del currículum de artes y diversas investigaciones en torno a la educación y la experiencia estética.
Su oficina tiene algo de casa. Habitan en ella diversos objetos que relatan buena parte de una vida académica. En una de las repisas se exhiben trabajos de sus estudiantes y decenas de libros repletan los estantes y su escritorio. “Tengo tendencia a ser coleccionista, no es común que bote cosas”, dice el académico, quien lleva unos 15 años en este espacio físico y más de 35 en la universidad.
Errázuriz entró a estudiar a la UC en 1973 para convertirse en Profesor de Artes Plásticas (1978), tras dejar la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Chile y la idea de dedicarse a la escultura. Su camino desde entonces estuvo marcado por la relación entre la educación, el arte y la experiencia estética, áreas que aborda en sus cursos e investigaciones.
El académico ha atravesado períodos históricos diversos y complejos en la UC. Define su época de estudiante como “intensa, conflictiva, álgida, pero interesante, en un Chile en pleno proceso de cambios e ideologización. Un periodo oscuro”. Tras estudiar un Mphil en la Universidad de Londres volvió como profesor UC en 1984 y, años más tarde (1989) obtuvo un Phd in Art Education. Desde entonces, ha protagonizado una cruzada por generar conciencia sobre la importancia de promover la enseñanza de las artes desde la etapa escolar.
“La educación estética / artística deben ocupar un espacio más relevante en el currículo, un desafío también, a nivel universitario, para el Instituto de Estética”, dice sobre una temática que lo ha motivado a desarrollar sus principales líneas de investigación. Luis Hernán Errázuriz, respondió una entrevista donde aborda tanto su carrera académica, como las inquietudes que lo mantienen con entusiasmo aportando a través de la educación al desarrollo artístico y cultural del país.
¿Por qué se inclinó por el ámbito de la docencia? ¿Cómo fue esa búsqueda?
Elegí el ámbito de la educación por el arte. Si me dedicaba a promover la función pedagógica y social del arte y no la creación artística, eso suponía la docencia necesariamente. Hice clases en el Colegio San Ignacio (A.O.) y simultáneamente entré al mundo de la academia, siempre atento a la enseñanza en el contexto escolar. Mi primer trabajo en docencia en el Instituto de Estética fue en Metodología y técnicas de la investigación. El 80 siendo ayudante de la profesora Mimi Marinovic tuve que asumir abruptamente el curso Psicología del Arte, debido a que ella fue “desvinculada” por razones políticas, hecho muy complejo y doloroso.
Al año siguiente, fui a estudiar a la Universidad de Londres y ahí estuve dos períodos 1983 a 1986 y 1986 a 1989. Sólo volví un tiempo entre medio para hacer la investigación en terreno. Así, entré a la UC como estudiante el año del golpe, capeé varios años de dictadura y volví cuando se inició el proceso de transición a la democracia.
¿Cómo dimensionó lo que estaba pasando en Chile desde Londres y qué desafíos lo esperaban a su regreso?
Siempre tuve planes de regresar por compromiso con la universidad. Fue muy extraño volver después de esos años en Londres. No viví el proceso previo que derivó en el plebiscito del Sí y el No. Me impresionaron los avances en la conquista de mayores espacios y libertades, pese al clima de represión que vivía el país.
En 1996 ingresé a la Unidad de Currículo del Mineduc con el objeto de coordinar la reforma en artes para enseñanza básica y media. Estuve hasta el 2008 en ese trabajo con tres cuartas partes de mis labores en la UC. Así, viví lo que significaba generar políticas públicas con todas las complejidades que implica diseñar y construir currículo en proceso de transición.
A nivel universitario continué trabajando en el área de la educación por el arte, un ámbito que había cobrado presencia desde los 70 en el Instituto, aunque no era una línea troncal. Desde su fundación se concentró en el fenómeno artístico, la historia y crítica de las artes, más tarde la cultura tradicional y el folclore. Un rasgo interesante del instituto como unidad académica es su carácter multidisciplinar, y la presencia de un cuerpo docente que cultiva distintos ámbitos del saber relacionados con las artes la cultura y la sociedad.
¿Cómo han cambiado los paradigmas de estudio o líneas editoriales del instituto en los periodos que ha estado presente?
Siempre hubo interés por acrecentar las miradas en torno al fenómeno estético más allá de una perspectiva filosófica. También se han ido incorporando dimensiones antropológicas, la cultura material, y los estudios culturales. Con el tiempo, otras dimensiones empiezan a ganar espacio de manera que la estética como disciplina, dentro y fuera de las artes, comienza a tener mayor visibilidad y se diversifican los objetos de estudio. Inicialmente, el instituto estuvo muy reconcentrado en las artes visuales y la literatura, aunque siempre tuvo un espacio el cine, pero el estudio de la fotografía era inexistente en este campo; diría que se incorpora las últimas dos década.
El interés y desarrollo cultural-artístico o la dimensión estética del país no deben quedar restringidos a la formación de elites y el mundo académico. Es necesario que puedan proyectarse, trascender y tener una mayor presencia socialmente. El sistema escolar es un espacio fundamental y privilegiado para ello. Se requiere un desarrollo cultural artístico más consistente frente a un modelo mercantilizado y poco interesante para un país que tiene que asumir un cumulo de desafíos, tales como formar una ciudadanía capaz de interactuar multiculturalmente, enfrentar temas medio ambientales, género, otros.
¿Cuáles fueron sus perspectivas sobre el camino recorrido el día del reconocimiento?
Me reconocieron 35 años contratado formalmente, pero es más tiempo. Hubo un periodo anterior en el Instituto de Estética y en el Programa de Educación de Adultos de la Facultad de Educación.
En el Día del Académico me acompañó mi señora, Guadalupe, con quien llevamos 43 años casados. Dos de nuestros cuatro hijos viven fuera de Chile y los otros estaban trabajando en sus respectivas pegas.
Fue interesante poder tomarle el pulso a la universidad en estos espacios colectivos donde confluyen distintas disciplinas y docentes con quienes caminas juntos en distintos tramos de la vida universitaria. Fue muy emotivo, ya que tiene una carga simbólica y ritual. Hasta me puse corbata, cosa que hago muy poco en mi vida.
Fue gratificante recibir el saludo de personas que no esperaba, se refuerza la mirada de este caminar. Soy muy autocrítico y exigente conmigo mismo, así que este tipo de situaciones tiene distintas cargas, por ejemplo, reconocer que hay un camino recorrido, eso me cuesta por naturaleza. Tiene una dimensión melancólica mirar buena parte de lo construido, pero estoy decidido a no aflojar en torno a ciertas causas. La necesidad de continuar aportando al desarrollo de la educación estética no es algo que se vaya a diluir fácilmente.
A estas alturas puedo ver la vuelta que he dado hasta el momento: me formé como profesor, hice clases, diseñé curriculum, desarrollé investigaciones y ahora estoy estudiando qué pasa en el sistema de formación docente en el ámbito de la educación artística en Chile.
*Actualmente, el profesor Errázuriz lidera la investigación “Formación del Profesorado de Educación Artística en las Universidades Chilenas: educación inicial, básica y media”, respaldada por Unesco y el Ministerio de las Culturas y las Artes. Más información sobre su trayectoria en este link