Estimadas autoridades, Vice-gran-canciller Osvaldo Fernández de Castro, Decano de la Facultad de Filosofía Olof Page, Director de Asuntos Estudiantiles del Instituto de Estética Ronald Harris, Jefa del Magister en Estéticas Americanas Patricia Espinosa, Jefe del Magister en Estudios de Cine y Audiovisual Pablo Corro, estimadas/os colegas investigadores y profesores del Instituto de Estética, saludo también muy cordialmente a David Becerra, Ana María Méndez y Beatriz Pérez, Coordinadores de la Licenciatura y los programas de Magister, a Isidora Didier y Héctor Vergara, quienes levantan el área de difusión y comunicación del Instituto, y por supuesto, muy estimadas/os estudiantes y familiares; gracias por acompañarnos:
Es un verdadero placer llegar a esta instancia de celebración para compartir entre profesores, estudiantes y allegados lo que ha sido una trayectoria intensa de pensamiento y creación, la cual adquiere a partir de ahora otra forma, pero esperamos que siga acompañando a quienes hoy se gradúan de la licenciatura o de magister. Pasado el verano con un comienzo de año intenso y difícil, se me hace inevitable acompañar la celebración con una reflexión que sitúe la labor que hacemos en el Instituto, un espacio interdisciplinario atravesado por una tradición filosófica, pero también, literaria, artística, cinematográfica, fotográfica, arquitectónica y cultural, en general. Al querer situarnos en este espacio en pleno 2024, me detengo brevemente en dos aniversarios que están íntimamente ligados a estas tradiciones que he citado, son concretamente dos centenarios en este 2024: 1) el centenario de la Escuela de Frankfurt, y 2) el centenario del nacimiento de Franz Kafka.
Por un lado, el centenario de la Escuela de Frankfurt, fundada en 1923-4 en Alemania, bajo la dirección de Max Horkheimer. Además de este filósofo, la escuela cuenta con otros pensadores estudiados a lo largo de nuestra carrera como son Theodor Adorno y Herbert Marcuse, principales impulsores de la teoría crítica, como saben. En una segunda generación encontramos también a Jürgen Habermas, entre muchos otros que se vincularon de distintas maneras a esta escuela. Al margen, aunque en diálogo con estos pensadores, relevo en la primera generación la labor del filósofo Walter Benjamin, el pensador que más seguimiento ha tenido en los círculos académicos chilenos, particularmente los asociados al estudio de la estética y la teoría del arte. Si bien tuvo una recepción tardía en Chile con respecto al momento de escritura mismo de Benjamin —el cual se remonta a las primeras dos décadas del siglo XX—, su pensamiento fue importante para quienes desde las artes se dedicaron a problematizar las relaciones entre arte, política y técnica en el contexto de la dictadura chilena. Artistas como Ronald Kay y críticas culturales como Nelly Richard se inspiran en el pensamiento abismal del filósofo que no consiguió escapar de los fascismos europeos. En un texto denominado “Roturas, memorias y discontinuidades (homenaje a W. Benjamin)” (1994) Nelly Richard explicaba la importancia del legado del pensador judío al referirse a la labor de creación y disenso de los artistas que en dictadura logran articular un malestar general, el estado resquebrajado del sujeto colectivo frente a la cultura del choque militar. En un pasaje conclusivo, Richard comenta lo siguiente:
“La crítica antihistoricista de Benjamin era una crítica a la monumentalidad heroica de las Verdades mayúsculas, realizada por él desde el fino detalle de los acontecimientos pequeños que desmenuzan las significaciones que los cronistas de la historicidad trascendente suelen mirar como si fueran materiales de desecho. Amante de las porciones y fracciones de experiencia que relatan el Todo no desde el saber confiado en su plenitud, sino desde la palabra quebradiza de su des-integridad, W. Benjamin se hubiera reconocido en las geografías del fragmento que trazaron ciertas voces chilenas multiplicadas en torno a las grietas del sujeto monológico de la autoría/autoridad de la tradición oficial y del autoritarismo de la cultura militar” (27).
Pasada la época dictatorial, Nelly Richard se ha dedicado en las últimas décadas a evidenciar los problemas existentes en “democracia” a la hora de pensar y problematizar el fin real del régimen dictatorial. Ha mostrado y ha insistido en visibilizar los consensos impuestos desde los gobiernos que han dejado a la mayoría ciudadana sin una protección de los derechos básicos.
Fue el propio Walter Benjamin, quien al referirse a los desposeídos o más precisamente, a “los oprimidos” señala en la Tesis VIII de su Crítica a los conceptos de historia la in-distinción entre el estado de derecho y el estado de excepción: CITO “La tradición de los oprimidos nos enseña que el ‘estado de excepción’ en que vivimos es la regla. Debemos llegar a un concepto de historia que corresponda a este hecho. Tendremos entonces ante nosotros, como nuestra tarea, la producción del estado de excepción efectivo, con lo cual mejorará nuestra posición en la lucha contra el fascismo”.
Al parecer no hemos conseguido aquello que anhelaba Benjamin, el filósofo italiano Giorgio Agamben escribió todo un libro (Homo sacer) sino una obra, sobre la condición no-antagónica que atraviesa la relación entre el estado de derecho y el estado de excepción confrontando su condición dual, tal y como en su día la formulara Carl Schmitt, el jurista alemán que se encontraba al otro lado del espectro político de Benjamin.
Pero me quiero referir también al segundo aniversario que como estudiosos de la filosofía y de la literatura nos interpela. Este año se celebra el centenario del nacimiento del escritor checo-alemán Franz Kafka. Fue un autor que inspiró a muchos escritores y también filósofos, filósofos que frente a la escritura de Kafka tuvieron que preocuparse de teorizar sobre los modos en que el escritor hacía girar la palabra y la convención para dejarla desnuda en sus procesos de burocratización y así, ejercer un desvío o una fuga sobre ella. Menciono también a Kafka porque en su nombre acabamos de participar varios colegas del Instituto, profesores y estudiantes, en el tercer encuentro de la Red Euroamericana de Estética Contemporánea celebrado en el Departamento de Filosofía y Sociedad de la Universidad Complutense de Madrid, después de los dos encuentros anteriores que tomaron lugar aquí, en el Instituto de Estética (2022), y en la Universidad Autónoma Metropolitana de México (sede Xochimilco), en 2023.
Y lo menciono también porque Kafka no es ajeno al tema que pongo hoy sobre la tarima en esta celebración, me refiero, a la necesidad de hacer evidente la normalización de los estados de excepción en los que vivimos. Kafka escribió un cuento y una novela que tienen en el centro este tema: el cuento se titula “Ante la ley” y la novela El proceso. En el primero un campesino que se encuentra ante las puertas de la ley y frente al guardián de dicha puerta, muere sin haber conseguido atravesarla, no tanto porque el guardián no se lo permitía físicamente, sino porque frente a la referencia del guardián de que aún no estaba abierta la puerta para él (aunque lo estaría eventualmente), el campesino decide esperar eternamente.
El filósofo Jacques Derrida (en un artículo que se titula del mismo modo que el cuento, “Ante la ley”) toma como punto de partida el cuento y particularmente esta condición de estar ante la ley del campesino para referirse a la condición de excepción en la que se encuentra el sujeto ante la ley burguesa:
"He ahí el proceso, el juicio, el procedimiento y el Urteil, la división originaria de la ley. La ley está prohibida. Pero esa auto-prohibición contradictoria deja al hombre auto-determinarse ‘libremente’, aunque esa libertad se anula como auto-prohibición de entrar en la ley. Ante la ley, el hombre es sujeto de la ley, compareciendo ante ella, por cierto. Pero al estar ante ella porque no puede allí entrar, él está también fuera de la ley." (15)
Quien se inspira en esta condición en cierto sentido “originaria” de la ley para referirse en su momento a la realidad chilena fue una pintora que dio clases de pintura y dibujo en nuestra casa de estudios y cuyos grabados y obras se encuentran, si observan con cuidado, en varios espacios del Campus Oriente. Me refiero a Roser Bru. En 1977, tras haber sobrevivido a un primer exilio siendo muy joven en España —el exilio de la Guerra Civil Española— y haber presenciado el golpe de estado de 1973 en Chile, erige una exposición en la Galería Cromo bajo el título “Kafka y nosotros”, donde encontramos entre otras obras un retrato de Kafka adulto al que le sobresale a la altura de la frente otro retrato, más pequeño, de un Kafka niño, un retrato de su infancia.
En este retrato doble comparece la propuesta artística de Bru, en lugar de marcar solo la condición de estar ante la ley, aquella que trama la vida de la comunidad judía exterminada a mediados del siglo XX, mostrar también el ejercicio posible de lo lúdico, simbolizado en el retrato infantil. Derrida comenta, que Kafka y su literatura “pueden jugar a la ley [jouer la loi], repetirla desviándola o contorneándola”. De un modo similar Bru juega con las leyes convencionales del retrato, haciendo aparecer en Kafka el exterminio de los detenidos desaparecidos de una historia que pasó no hace tanto, y retorciendo la relación entre figura, tela y collage para evidenciar que el desvío y su performatividad es también siempre posible.
Pero dicho esto, quizás haya quien se pregunte: ¿por qué tanta referencia a la ley, al ejercicio de estar ante la ley, a la literatura y al arte que piensan esta condición excepcional de la ley? Porque en este comienzo de año del 2024, intenso y difícil, como adelantaba, se ha hecho más evidente que nunca la excepción que tenemos por norma. Si no fuera así, no podríamos entender el genocidio que estamos observando en nuestras pantallas como testigos impotentes contra la comunidad palestina en Gaza. En el encuentro al que hacía referencia hace un instante, el III encuentro de la Red Euroamericana de Estética contemporánea, el filósofo japonés Jun Fujita Hirose, en una relectura de lo que Gilles Deleuze denominaba “literatura menor” a propósito de Kafka, recordaba la oración que encontramos en el libro Mil mesetas: “incluso los judíos tienen que devenir judíos”.
Tampoco podríamos entender los años de estado de excepción en los que se vive en la Región del Bío Bío al Sur de Chile, espacio donde no han dejado de pasearse tanques militares en los últimos 50 años. Tampoco podríamos entender el desamparo que deben sentir los vecinos de Valparaíso y Viña del Mar que, en el último incendio perdieron casa y comunidad; seguimos sin contar con una ley que, protegiendo los derechos básicos de los ciudadanos, pueda poner cortapisas a quienes no encuentran en el horror sino una vía más para seguir lucrando u obtener beneficio.
Quisiera, por lo tanto, celebrar, sí, celebrar la graduación de estudiantes que puedan acompañarnos en un futuro inmediato a seguir traduciendo y actualizando reflexiones que ya constituyen una tradición del pensamiento y de la creación —como es la de la Escuela de Frankfurt, de Walter Benjamin, Nelly Richard, Franz Kafka o Roser Bru, entre muchos otros que han podido estudiar y leer a lo largo de los últimos años. Sin la potencia de ser actualizados, corren el peligro de canonizarse haciendo de la excepcionalidad de su pensamiento, de la fuerza de su palabra y de su trazo, un yermo mausoleo. Celebremos por lo tanto esta posibilidad y encuentren en el Instituto de Estética, el espacio interdisciplinario para acoger lecturas, futuras tesis de grado, libros, coloquios, que alimenten y enriquezcan la posibilidad de seguir viviendo.
¡FELICITACIONES!
Elixabete Ansa, Directora del Instituto de Estética.