INSTITUTO DE ESTÉTICA

Académica Sophie Halart obtiene beca para residencia de investigación en L’Institut d’Études Avancées de Nantes

Nuevas prácticas artísticas han surgido ante el cambio climático. La investigadora Sophie Halart explorará cuatro zonas del territorio chileno, a la luz del llamado Antropoceno, para dar cuenta de metodologías que han emergido desde el arte en diálogo con el territorio, las comunidades y su cultura. Con este proyecto, obtuvo una beca de investigación en Francia para realizar la primera etapa de este nuevo proyecto.

“Recuperación del paisaje en la zona extractiva: nuevas formas de vinculación artística con el medio ambiente en el Chile contemporáneo” es el título de la investigación que desarrollará nuestra académica Sophie Halart, quien acaba de obtener una fellowship FIAS para una residencia en L’Institut d’Études Avancées de Nantes, instancia financiada por la Unión Europea. 

Este centro de investigación busca fomentar cruces interdisciplinarios entre humanidades y ciencias en diálogo con investigadores/as de diversos territorios, además de tender puentes entre centros de investigación en Francia. “Me interesó la convocatoria vinculada con las humanidades medioambientales del territorio y cambio climático”, cuenta Halart, quien partirá en agosto para iniciar una estadía de diez meses de investigación. 

En Nantes, ciudad ubicada a orillas del río Loira y cerca del océano Atlántico, la profesora trabajará con personas vinculadas a las humanidades y también con biólogos y climatólogos, un grupo de investigación colaborativo de cerca de veinte personas. 

“Voy con la idea de iniciar un manuscrito a partir de un nuevo corpus bibliográfico con el que quiero aproximarme a metodologías artísticas del territorio chileno que se ha ajustado al desafío del cambio climático”, explica y agrega que buscará apuntar a una mirada reflexiva sobre el extractivismo y la colonialidad. 

La hipótesis de Halart se relaciona con la crisis de la visualidad en la época actual a la luz del llamado antropoceno, el cual, asegura, provee una abundante visualidad abstracta a través de modelizaciones e imágenes satelitales que generan un distanciamiento, un desfase entre la cotidianeidad de personas que viven las consecuencias del cambio climático y lo que esas imágenes reflejan. “Las dificultades del cambio climático en poblaciones y territorios más vulnerables no aparecen por medio de las imágenes. Es ahí que veo una aporía ante el trabajo de los artistas. Sus herramientas de producción de obras son justamente visuales y narrativas, pues cuentan historias”, señala.

De una u otra manera, continúa Halart, el antropoceno –entendido en gran medida como una suerte de huella indeleble del ser humano sobre el planeta–, representa el fin de las historias, una crisis de sentido. “Más que el objeto final del arte me interesa cómo los artistas repiensan su manera de producir y auto cuestionan su propia práctica, al tiempo que se relacionan con la historia cultural del territorio”, profundiza. 

¿Planteas que hay una especie de sobrerrepresentación desde el cientificismo en las imágenes del antropoceno?

Considero que los artistas, al igual que todas las personas, recibimos mucha información sobre este tema, pero desde un lenguaje dominado por miradas científica y abstracta. Me pregunto de qué manera en un nivel simbólico se pueden producir obras que hablan del cambio climático en un nivel que va más allá de lo temático y que activa una reflexión a la vez estética y ética. Desde esta perspectiva, abordaré un corpus de artistas con enfoque en el territorio chileno, en cuatro zonas: el norte y la relación con la minería; la quinta región y el valle central  donde se realiza el monocultivo del palto y han emergido obras ante la crisis hídrica de lugares como Petorca; también estudiaré monocultivo del eucalipto en región de Los Ríos y Los Lagos; y la zona mapuche. 

¿Qué artistas has rastreado?

Tengo por ahora dos artistas para cada zona, quienes han activado reflexiones sobre cómo se produce en terreno. Un ejemplo, como te decía, aborda el monocultivo del palto en Petorca. Ahí las artistas Patricia Domínguez y Sofía de Grenade reflexionan sobre la dimensión ritual y expresiones de duelo en relación con la pérdida de modos de vida y costumbres locales. La obra “Balada de las sirenas secas” de Domínguez, por ejemplo, es un trabajo realizado en coautoría con mujeres del Movimiento de Defensa por el Acceso al Agua (Modatima) y el colectivo Mujeres del Agua, quienes son activistas que trabajan en terreno. 

Estudiaré las maneras aterrizadas en que se involucra lo ritual, la pérdida, el duelo o la tragedia, a través de un registro lírico que incorpora la coproducción del conocimiento con las comunidades. Aunque lo anterior se vincula con el ecofeminismo, no es el único foco. También voy a trabajar el caso de los bosques con obras de Agencia de Borde, donde participa nuestra postdoctoranda Rosario Montero. Ellos abordan la idea del símbolo del eucalipto en la memoria colectiva y popular chilena, como una especie importada pero que se ha incorporada en el imaginario nacional. Entre sus prácticas hacen caminatas en el espacio de monocultivo en la medida que les interesa la individualidad del árbol. 

Más adelante me gustaría incorporar la Patagonia en mi investigación, y el trabajo de la artista María Luisa Murillo, quien explora el tiempo lítico, mineral, haciendo registro de enormes bloques que son pendientes de cordillera, en diálogo con una relación temporal para medir escalas de ocupación del suelo.

¿Cómo observas los binarismos entre naturaleza y artificialidad, o aquellas aproximaciones dicotómicas que representan nociones como el cambio climático asociado a la idea del infierno y los paisajes vinculados a imágenes del paraíso?

Me parece importante analizar y rechazar los binarismos que moldean nuestras visiones del medioambiente y sus capas morales. En la cultura visual actual, encontramos representaciones muy polarizadas de la naturaleza: por una parte, nos llegan imágenes de una naturaleza pulcra, virginal (como aparece en las campañas comunicacionales de SERNATUR, por ejemplo). Al extremo opuesto, recibimos representaciones de una naturaleza agonizante, saturada por la presencia humana. Este binarismo deja poco espacio para los intersticios, para pensar la porosidad que existe entre paisaje natural y paisaje manufacturado. Estéticamente, ambas estrategias visuales sobreexplotan nuestros reservorios afectivos y no nos permiten activar procesos de reflexión crítica. Las obras artísticas que me interesan – y, más específicamente, las metodologías que desarrollan sus autores – habitan estos intersticios del paisaje, así como los cruces entre estética y ética. 

Un ejemplo de esto sería la obra de Sofía de Grenade. Ella tiene un trabajo llamado “La gran salina”, en que excava ductos de irrigación en terreno de producción de palta abandonado debido a la sequía. Rescata aquellos tubos de PVC que son de producción industrial y estudia cómo sus materiales siguen viviendo, cómo se transforma el color, las texturas. La obra no busca insertar una jerarquía entre lo material orgánico y artificial, sino que apela a un sentido de agencia, que es una manera de generar disrupción en el binarismo entre lo natural y lo artificial. Por otra parte, articula una reflexión con materiales que producimos para una finalidad, pero que tienen una longevidad muy corta, con el fin de cuestionar lo que pasa una vez que se cierren los ciclos de producción.

Por otra parte, nuestros vínculos afectivos con el territorio son también consecuencias de procesos históricos. En este sentido, el llamado antropoceno, particularmente en los sures globales, es un producto de una lógica extractivista-colonial instalada desde hace mucho tiempo. En este sentido, es interesante observar de qué modo algunas especies y prácticas ajenas se convierten en símbolos nacionales. La  introducción del pastoreo en determinados lugares ha cambiado radicalmente el paisaje. 

*Entre los autores/as que abordará Halart, hay pensadores del nuevo materialismo, como Jane Bennett; ecofeministas como Greta Gaard; Macarena Gómez-Barris, quien trabaja extractivismo y decolonialidad; Rob Nixon, que escribe sobre violencia medioambiental y propone pensar las humanidades como disciplinas que tienen como misión estética y ética emerger en el campo de la visualidad encarnado en cuerpo.

Conoce más sobre las líneas de investigación de Sophie Halart AQUÍ.

Información periodística: Violeta Bustos, Extensión y Comunicaciones Estética UC, Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.