INSTITUTO DE ESTÉTICA

“Tecnopolítica del gesto contemporáneo”: El nuevo libro publicado por Román Domínguez reivindica la importancia estética y política de la esfera gestual en el mundo digital

Nuestro académico propone implementar una nueva noción de lo contemporáneo y su política a partir de las mutaciones intelectuales, sensoriomotrices y estéticas de las experiencias individuales y colectivas que implican las interacciones en la esfera digital.

“Technopolitique du geste contemporain. Vivre et penser le naufrage numérique”, (Tecnopolítica del gesto contemporáneo. Vivir y pensar el naufragio digital) es el título del ensayo del académico Román Domínguez publicado por la editorial francesa L'Harmattan. El libro plantea que nociones tan clásicas como redundantes de imagen, arte y cuerpo son insuficientes para pensar los modos de percepción, sensibilidad y expresión de las colectividades en el mundo actual. Esto porque, de acuerdo con nuestro académico, estas nociones por “muy urgentes de pensar” que parezcan hoy día, corresponden al esquema mental ancestral e “hilemórfico” de Occidente, que tiende a relegar la esfera motriz para concentrarse solo en la libración de la dupla sensibilidad-intelecto ya bien por la evocación en la imagen o por la degustación en las artes. Pero la incidencia global de la esfera digital obliga a pensar, y acaso actuar, en términos de sensoriomotricidad, que no es pura degustación o contemplación, sino acción y actitud en el mundo y frente a los otros. Para Domínguez, la matriz tecno-estética (término que retoma del filósofo francés Gilbert Simondon) de producción de estímulos predecibles y conductas sumisas, pero también de actitudes diferenciales (gestos) se encuentra no solo en la inscripción de datos, sino sobre todo en la reproducción y creación de comportamientos, en la superficie de inscripción y reproducción digital (término que toma prestado a su maestro Jean-Louis Déotte).

Mientras que una buena parte de autores y autoras no cesan de prevenirnos contra una futura pero cercana catástrofe de la sensibilidad y de las relaciones humanas debido a la expansión impensada y brutal de la tecnología digital y sus artefactos –bajo el argumento general, a veces no reconocido, pero siempre implícito, de una naturaleza humana que se vería amenazada por el avance de la tecnología–, el académico propone una tesis que considera que esta catástrofe, si es que la hubo, ya ocurrió hace varias décadas, con la introducción masiva de del videojuego: “el gran reseteo tuvo lugar hace ya tiempo, desde que olvidamos el número de nuestro teléfono fijo y desde que olvidamos, acaso no sin cierto dolor, cómo redactar cartas de amor manuscritas. Las teorías que pontifican sobre la catástrofe futura o sobre la resistencia de lo humano o de lo espiritual frente a la tecnología contemporánea son, por lo menos bajo este aspecto, como las teorías de la conspiración y las modas retro: subproductos de la interacción digital que juegan con nuestros miedos y con nuestro deseo más que darnos certezas y confianza en lo que podemos todavía hacer. Pero estos reaccionarios involuntarios pontifican con sus pancartas en una llanura desierta: ya nos hemos ido a pastar, a juguetear y a sufrir a otras praderas. Para parafrasear a Nietzsche: el mundo puramente análogo ha muerto. Y nosotros, nosotras, lo hemos matado. Pero esta pradera es más bien un océano sin puerto, un mar picado y excitante, en ocasiones tan mortífero y cruel, pero también más inasible intelectualmente, que los viejos dispositivos de poder de Foucault. Vivimos en un naufragio de proporciones cósmicas, en la que lo que cuenta es sobrevivir con soluciones provisorias para mantenernos a flote y quizá dar un poco de calor a los demás. Aquel o aquella que está leyendo estás líneas es ya un poco mi contemporáneo o mi contemporánea, pues nos aferramos a la misma balsa o al mismo tronco. Ya somos seres estética y sensoriomotrizmente digitalizados”.

Domínguez propone que no es necesario abandonar las tradiciones de un mundo ya globalizado a través de internet, sino que es pertinente estudiar cómo este factor ha afectado la capacidad y características humanas de comunicación, incluso al interior de las tradiciones. Así, manifiesta, no sería propicio satanizar la cuestión tecnológica, sino considerarla como un escenario que permite indagar en cómo interactuamos a través de la gigantesca red global. Al ser seres sensiblemente digitalizados, continúa Domínguez, “respondemos a los estímulos de una corrección gestual en el contexto colectivo de un videojuego generalizado” dada por esta nueva naturaleza de relacionarnos: “nunca el conjunto de nuestro pensamiento, de nuestra expresión, de nuestros movimientos más íntimos se había visto tan comprometido. Al imperativo categórico-digital de hacer el gesto correcto en el momento justo, es decir al imperativo de los protocolos digitales adultos, hay que oponer el protocolo inmemorial de la infancia, como gesto que irrumpe toda regla y en todo tiempo, incluso las reglas y en el tiempo digitales”.

La nueva experiencia contemporánea

Entre las propuestas contenidas en el ensayo recientemente publicado, Domínguez rescata planteamientos de diversos autores, entre ellos, Alessandro Baricco, quien recuerda en su libro The Game (Barcelona: Anagrama, 2019) que la tecnología digital ha permitido el acceso de las grandes masas a información, saberes y formas de hacer que, previamente, eran legitimados solo por la élite intelectual o las instituciones. A diferencia de otros teóricos, Domínguez no observa este proceso como un acto puramente involuntario de unas masas consumidoras alienadas por el capital, sino todo lo contrario, en tanto hace énfasis en la voluntad de los seres a acceder a este nuevo paradigma: “el mundo digital es producto del deseo humano, ciertamente desigual en sus partes, pero colectivo en su esencia y en su adopción”.

En línea con los planteamientos de Baricco, nuestro académico enfatiza en que “vivimos una experiencia hegemónica constituida como un videojuego”. Esto, según Domínguez, es un hecho irrevocable, lo que implica que constantemente vivamos en una realidad simultánea que nos permite conectarnos e interactuar a la distancia. Esto responde a los mismos códigos del proceso de la digitalización, lo que hace a la tecnología digital una nueva mediadora de nuestra comunicación y nuestra expresión: “este proceso, que Baricco llama insurrección digital, es una ganancia. El `humanismo fácil´ del que habla Simondon en El modo de existencia de los objetos técnicos cuando atacaba la posición de aquellos que oponían defensivamente la cultura contra la técnica, se manifiesta ahora bajo la figura de que la experiencia digital sepulta la experiencia presencial. Por supuesto, hacer el amor presencialmente será por mucho tiempo el acmé de la experiencia humana. Así como habrá que luchar por la protección de la Universidad in situ. Pero, por una parte, no toda presencia es deseable, como lo pueden manifestar las mujeres que debieron pasar la cuarentena de la pandemia del COVID-19 con su agresor y, por otra, y para traer a cuento mis experiencias personales, mi hijo y mi hija conviven son su abuela todos los días a través de Zoom a más de 5000 kilómetros de distancia, y yo vi por última vez a mi padre por Skype. El mundo digital anuncia y contiene ya nuevas formas de voluptuosidad, de crueldad y de amor. No son pocos los millenials que se enamoran (y se atacan) en la red, como astronautas de naves alejadas que se juntan en un punto del Universo”.

En cuanto al proyecto estético que propone el texto, el investigador expresa que apunta a la idea de la liberación de la sensoriomotricidad, es decir, “a la emancipación de lo sensoriomotriz por el cumplimiento del gesto, y no ya bajo las fórmulas de la evocación por la imagen o la ejemplaridad del arte, que permanecen a mi juicio bajo el yugo de la dupla hilemórfica de la sensibilidad-intelecto. El residuo de este esquema milenario de Occidente se manifiesta hoy en la reducción del videojuego generalizado en una moralidad `tecnificada’ de parámetros digitales -cuya forma anodina, pero también cruel es el like-, la cual incita a las personas a realizar ‘gestos correctos’ y a condenar implícitamente a quienes no entran en esta clasificación o quienes realizan gestos real o pretendidamente inaceptables”. De esta manera, añade Domínguez, “la principal tarea de la tecnopolítica del gesto contemporáneo deberá ser la de la búsqueda de los gestos tecnoestéticamente liberadores que rompan con esta perversión del videojuego, sobre la tumba de la vieja política. Pero para ello habrá que observar y aprender más de los niños y las niñas: para ambos, no hay inteligencia artificial, solo inteligencia y brutalidad. Quizá lo único que queda por hacer en este naufragio digital es recuperar y construir gestos que sean como el color ocre y el olor a tierra mojada de la infancia inmemorial, infancia que pervive en las aguas subterráneas de toda cultura”.

Domínguez confiesa que hubo varios motivos por los que redactó su texto en francés. El motivo técnico es que este ensayo iba a ser la introducción para la publicación de su tesis de doctorado sobre el gesto en el cineasta japonés Yasujiro Ozu, escrita ya hace algunos años en ese idioma. Con ello, Domínguez buscaba actualizar su tesis sobre el cine en un contexto en el que el cine se ha transformado también digitalmente. Pero a los pocos días de escribir, el texto tomó una forma independiente que es el ensayo ahora publicado. A pesar de ello, Domínguez piensa preparar su texto sobre Ozu como una “arqueología de los gestos digitales contemporáneos”. El otro motivo, dice Domínguez, responde menos a un esnobismo démodé que al cumplimiento de una promesa secreta realizada a un ser querido que ya no está aquí.

 
Hasta el momento el libro solo se encuentra en francés, pero lo puedes encontrar AQUÍ.

Extracto en francés de las primeras paginas del libro, AQUÍ.

Información periodística: Claudia Fica.