En 2022 cumple 40 años el Instituto de Estética, la misma cantidad de tiempo que lleva trabajando en la UC nuestro asistente administrativo. Partió en labores de jardinería cuando en el campus se plantaban rosas, ha visto a Chile transformarse a la luz de sus generaciones de estudiantes, ha sido testigo de las contingencias a escala universitaria y aunque muchas cosas han cambiado, él sigue dispuesto a ayudar en lo que se necesite en el Instituto, todo el año, aprovechando el sol que aparece sólo en algunas estaciones sobre los pastos de Campus Oriente.
El 82 hubo una gran crisis económica y política en Chile, pero de todas maneras fue un año próspero para David Becerra (64), quien para entonces ya se había casado con su esposa, Carolina, con quien tenía un hijo recién nacido. Oriundo de la comuna de Conchalí, entró a trabajar a la UC tras dedicarse a labores de construcción en distintas regiones. Primero llegó a hacer jardinería y después, apoyó a las distintas facultades en lo que se necesitara: comprar materiales, mover cosas, resolver problemas de instalaciones, hacer aseo, así un poco más de una década. Época en que además de las eternas palmeras de Campus Oriente, florecían rosas, crecían jugosas uvas en las parras y los loros choroy no llegaban a comerse las frutas de los árboles.
Al padre Raimundo Kupareo, poeta y fundador de Estética UC, no lo alcanzó a conocer, pero de todas maneras cada vez que pasa junto a su retrato en una de las salas de Consejo, se persigna. Dice ser católico, “pero no fanático”, sólo que está agradecido de lo que ha vivido en el Instituto, lugar al que entró en 1993 buscando mejorar sus condiciones económicas, ayudado por el jefe del área administrativo de ese entonces Paulino Briceño y uno de los académicos que trabajó por promover y posicionar el estudio de la cultura popular en Chile, Fidel Sepúlveda.
“A don Paulino y Fidel los llevo siempre en el corazón”, dice David Becerra con una sonrisa que evoca aquellos días en que iban todos juntos a comer comida chilena, administrativos, profesionales, académicos, tiempos en que todo transcurría a otro ritmo más pausado, sin tantos estímulos tecnológicos. Corrían los años noventa y David ya tenía tres hijos, todos varones, hoy de 27, 37 y 40 años. Su trabajo se había transformado y ya no podaba rosas ni surtía al campus de insumos, sino que se dedicaba especialmente a resolver lo que se necesitara para las clases y actividades del Instituto.
“En los años 90 jugábamos a la pelota y los estudiantes eran un poco más sociables, sin tanto celular”, dice David, quien hacía de delantero, de arquero y defensa; hincha del Colo-Colo, “pero no fanático”, asegura. David se considera una persona sociable justamente, “amigo de los amigos”, afirma sentado en una de las oficinas del Instituto, lugar que conoce como la palma de su mano y que recorre a diario entre las salas, la recepción y su oficina, una especie de bunker en la superficie en donde se puede encontrar, entre cajones y estantes, de todo para hacer clases y conversatorios: micrófonos, pilas, cables, audífonos, manteles, cámaras, parlantes, y quién sabe qué otros objetos secretos que esconde este tiempo en que su vida ha estado indisolublemente ligada a la UC. Incluso, relata, uno de sus hijos se atendió hasta los 14 años con el mismo pediatra: Ignacio Sánchez, cuando todavía no era rector.
Por estos días, David asegura sentirse agradecido y contento de trabajar en el Instituto y en Campus Oriente, más aún cuando el sol aparece entre los pastos y acude a recibir sus rayos por un momento entre las diligencias del día; y mucho más ahora en que ha vuelto la presencialidad tras la pandemia. Durante el periodo de cuarentenas David se enfermó del corazón, una arritmia que lo llevó a operarse, pero de la que ya está bastante recuperado. “Quería puro volver a trabajar, estaba aburrido en mi casa”, recuerda nuestro asistente administrativo, quien espera que vuelvan al menos algunas de las costumbres sociales, los asados de fin de año con los amigos y compañeros de trabajo en las canchas del campus mientras se oye música. Su favorita, el sound, cuenta, sin embargo, no se encasilla y, de hecho, su banda preferida es Cold Play. Hace unos días fue a un concierto de ellos con su familia, como antesala de la celebración que tendrá esta semana: la UC lo reconocerá por nada más y nada menos que cuatro décadas de incansable trabajo.
Información periodística Violeta Bustos Vaccia, jefa académica de Extensión y Comunicaciones, Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo..