INSTITUTO DE ESTÉTICA

¡Quousque Tandem! La indignación que viene, libro que aborda las revueltas contemporáneas a la luz de la crisis social y política en Chile

El fracaso de la nueva carta magna ha estabilizado a la clase política tras el plebiscito de salida de septiembre de 2022 en Chile. ¿Cómo llegamos a este punto? ¿Qué precedentes marca el octubre chileno para las otras revueltas desencadenadas en el globo? Estas son algunas de las preguntas que abre ¡Quousque Tandem! [Hasta cuándo] La indignación que viene, nuevo libro del académico Oscar Ariel Cabezas.

Las revueltas contemporáneas se han distanciado de los contenidos tradicionales vinculados a la idea moderna de revolución y el agotamiento del concepto moderno de revolución está relacionado a la crisis de los partidos políticos. Sin embargo, las revueltas globales no solo son anti-autoritarias sino también, contienen deseos de cambiar las viejas instituciones. Si hay algo que distinguió a la revuelta popular desencadenada en octubre de 2019 en Chile, fue cierta pulsión intuitiva por demandar un mejor funcionamiento de las instituciones para facilitar una vida digna. Estos son algunos de los postulados del libro ¡Quousque Tandem! La indignación que viene, del académico de Estética UC y jefe de publicaciones, Oscar Ariel Cabezas.

El investigador manifiesta que la revuelta chilena instaló la necesidad de una condición de dignidad que se relaciona con la “verdad de la política”, es decir, una suerte de esencia de la práctica política que apuntaría a retornar a su leit motiv en pos de apuntar al bien común. Este anhelo de dignidad fue una de las demandas articuladoras de aquel acontecimiento político e histórico que cobra una relevancia tan significativa como lo fue durante el proceso de la Unidad Popular, plantea el autor.

La crisis política y social de Chile manifestada en el descontento expresado entre octubre de 2019 y marzo de 2020 –previo a la pandemia– se da en un contexto en que el capitalismo no se distingue de la democracia representacional. Este fenómeno es situado por el autor en lo que denomina la capitalocracia, modelo en que el acceso de la ciudadanía ha aumentado en función de un régimen de endeudamiento. Ese mayor acceso, al mismo tiempo, asegura, ha permitido configurar un relato en torno al aumento de la población categorizada como clase media. La clase media es en Chile una realidad, pero también una ficción.

A la vez, la publicación considera el peligro latente de la violencia cotidiana y de propagación masiva, violencia que el autor conceptualiza como un tipo de neofascismo contemporáneo. Esta violencia aparece incluso en los estratos populares, cuestión que, en ensamblaje con la “disposición subjetiva” de una clase media que tiende al orden y al deseo de mantener su acceso, habrían sido parte del telón de fondo del triunfo de la opción Rechazo en el plebiscito de salida de septiembre de 2022.

¿De qué manera se manifiesta la disposición subjetiva de la clase media?

Lo primero que habría que señalar es que la clase media ha crecido con el neoliberalismo en base a una política basada en el endeudamiento. De hecho, tiene más acceso a objetos de consumo porque hay una política de endeudamiento promovida desde el Estado. Esta política tiene su contraparte, tal y como lo demostró la revuelta, en el hecho social de que produce depresión en los sectores de la ciudadanía que quieren llegar a ser clase media. El concepto de disposición subjetiva que desarrollo en el libro pretende dar cuenta de que la subjetividad no necesariamente se corresponde con el estrato al que uno ha sido asociado, sino más bien con la ilusión de cierta comodidad social. El deseo de ser parte de la clase media es algo que se padece cuando la ilusión no coincide con la realidad de pagar colegios privados o de ser parte de los privilegiados que tenemos acceso a la salud privada. Esa disposición a ser clase media genera un tipo de malestar, de impotencia. La disposición subjetiva a ser de clase media promueve, muchas veces, el arribismo y la competencia salvaje.

Y al mismo tiempo, señalas que esa disposición subjetiva de la clase media debilita una eventual apropiación identitaria con la llamada clase obrera, cuestión que se reproduce en múltiples escenarios, entre ellos, la academia.

Claro, la primera parte de ese libro es una autocrítica a la academia como reproductora de la disposición a ser la clase que habita la comodidad del mundo y se apasiona por la diversidad de las identidades culturales sin manifestar interés por cambiar el orden. Los problemas de las clases subalternas y trabajadoras están tomados por una especie de estética de las identidades. Por eso, el fetiche del saber universitario no son los cambios de la estructura de reproducción de la violencia que produce el capitalismo, sino más bien, el festín de las diversas identidades culturales. La crítica académica se debilita cuando los espacios universitarios pierden su relación con lo público. La revuelta es un indicio de que los saberes universitarios han perdido su relación con los mundos sociales o, mejor dicho, con la pluralidad de mundos, concepto importante, que no está relacionado con el fetichismo universitario por la identidades culturales. Cuando la crítica institucional no está destinada a la transformación de la sociedad, cuando la crítica es un fetiche universitario, o cuando los académicos nos acomodamos en los saberes del orden, se favorece el statu quo de las instituciones que reproducen el pacto de la violencia con las clases más desposeídas. Pero, sobre todo, se favorece la invisivilización de la pluralidad de mundos que es mucho más que una identidad. La identidad es un concepto del orden. No creo que tenga mucho que ver con las políticas de emancipación que una sociedad en crisis necesita.

¿En qué momento escribes este libro?

Post triunfo del Rechazo de salida. El libro es también una crítica al Gobierno en ese contexto. Pienso que la revuelta estaba siendo un imaginario importante, una especie de regreso de la política y no solo la retórica de “en la medida de lo posible”. La política de la dignidad como el espíritu de una verdad que no pertenece a la retórica de los intereses particulares de la clase política. La dignidad como el horizonte de un nuevo arte de gobernar es el espíritu desplazado del nuevo Gobierno.

 

¿Cómo observas las revueltas contemporáneas, además de que están fuera de la idea de tomar el Estado? ¿Qué otras características encuentras?

Las revueltas son lo más importante que está ocurriendo a nivel del globo en términos políticos e imaginativos, porque ya no hay un imaginario de la revolución conducida por una vanguardia política, esas son fórmulas que están agotadas. Una de las características de las revueltas contemporáneas es que, si bien son antiautoritarias, intuyen la crisis del paradigma civilizatorio de occidente. Esto es una novedad respecto de otras revueltas que se han dado. Los partidos políticos ya no representan a quienes se rebelan contra el Estado. De hecho, creo que los partidos políticos no son agentes del cambio de dirección que el planeta necesita. La crisis del cambio climático que amenaza con extinguir la vida tal como la conocemos hasta ahora, no es algo que el sistema de partidos pueda resolver, gestionar y detener. Por el contrario, los partidos políticos están demasiado coludidos con lo que llamo capitalocracia, es decir, coludidos con modelos de explotación que no solo pasan por el neo extractivismo, sino también con la defensa abierta o soterrada a las oligarquías que no tienen interés en cambiar sus políticas orientadas al aumento de la tasa de ganancia. Las revueltas o, más precisamente hablando, la desobediencia civil intuye que es necesario cambiar las instituciones capturadas por el capital o sucumbir a una vida que se volverá cada vez, literalmente, irrespirable. En ese sentido, yo creo que las revueltas no son anárquicas; son intuitivas en el sentido de que buscan mejorar las instituciones para que se hagan cargo del cuerpo social, de los cuerpos que sufren explotación y de los cuerpos que podrían eventualmente extinguirse por sobre calentamiento, falta de agua o, peor aún, falta de alimentos.

¿Cómo observas el ataque a símbolos de esa institucionalidad que no cumple con hacerse cargo del cuerpo social en la revuelta?

Hay una demonización muy fuerte de lo que fue la revuelta y prefiero llamarla así: revuelta y no estallido social. Como sabes, la escritora Nona Fernández sospecha del concepto de estallido. Con justa razón, ella cree que es algo que inventaron los medios, pues esa palabra apela a una suerte de reventón espontáneo de ira que hizo que la gente se revelara. De acuerdo con esta idea, busco evitar el lugar de los medios que sitúan lo ocurrido como mero caos y anarquía.  Para mí, la revuelta fue la emergencia de la sociedad civil. Ésta estaba dormida ante políticas neoliberales orientadas al consumo con el fin de producir una subjetividad de clase media que debe y, sin duda, puede producir el orden. La revuelta tenía un cúmulo de saberes acumulados por las luchas sociales durante toda la transición democrática. Por eso, le fue fácil identificar que la clase política no resuelve los problemas fundamentales de la gente. La consigna de la dignidad venía con la idea de reinventar las instituciones del Estado. De manera que atacar los símbolos del viejo orden era, sin duda, parte de una estrategia de contra-violencia a la violencia estructural generada por los más de 30 años de capitalocracia.

 ¿Cuál crees que es el rol de la memoria para recuperar el sentido de urgencia de la lucha, que dices, se ha perdido?

Hay una manera de recuperación de la memoria activada por la política de los gobiernos de transición. Se trata de convertir las luchas sociales en cultura y ponerlas en una especie de almacén de trastos viejos o en un museo de cera para que no se muevan. La idea de que la memoria debe transformarse en cultura, es decir, monumentalizarla, es restarle poder político a la memoria. Lo que la revuelta hace es reapropiarse la memoria de las luchas sociales por la justicia y reinventarla por fuera de la política de control cultural del Estado. Cuando eso ocurre, cuando la memoria es la materia viva que mueve a la sociedad civil, el Estado reacciona y dice: esa no es la memoria que queremos, es anarquía. El Estado y los medios de comunicación son los principales responsables de esterilizar, demonizar y traducir la memoria de la lucha por la dignidad en miedo a los cambios.

En el libro adviertes sobre el peligro de la propagación del neofascismo, que hoy podemos encontrar en anclaje de la capitalocracia y estratos populares ¿Cómo se reproduce ese neofascismo?

El neofascismo no hay que entenderlo como régimen que se articula desde el Estado o, incluso, como un régimen que pueda detenerse desde el Estado neoliberal. El neofascismo es la violencia cotidiana o estructural y estructurante reproducida por el orden neoliberal. El nacionalismo inviable en sociedades globalizadas es una de las enfermedades sociales que experimentamos y tiene consecuencias en el mundo de vida cotidiano. Los nacionalismos emergen cuando las riquezas producidas socialmente no se reparten de forma equitativa. El nacionalismo es algo que está emergiendo de manera muy intensa en nuestro país. En términos de comunicación el nacionalismo moviliza discurso de odio porque supone los que están dentro de la nación y los que están fuera.  El correlato de esto es, por ejemplo, la negación de que los inmigrantes también son clases subalternas que necesitan apoyo, cuidados, trabajo y vida digna. El neofascismo es molecular, contagioso, incluso personas de izquierda que no han resuelto su problema de autoritarismo, de nacionalismo patriotero lo padecen. Pasolini justamente, habla del fascismo de quienes luchan contra el fascismo. El neofascismo es un fenómeno subjetivo que se internaliza y genera violencias de todo tipo. Esto es algo que intento explicar en el libro.

¿De qué manera observas el actuar de los medios al respecto?

Los medios de comunicación muchas veces son los principales responsables de reproducir sociedades neofascistas. El fascismo ya no se reproduce como una política del Estado que como en el caso de Hitler o Pinochet, de arriba hacia abajo. Hoy el neofascismo tiene características de rizoma, es decir, se asienta en la multiplicidad de relaciones cotidianas.  Los medios de comunicación son responsables de que se produzca odio porque inevitablemente están racializados y no cuentan con una política que los vigile y los ponga a pensar en lo que comunican y dejan de comunicar. Vivimos en una era pornográfica donde los medios de comunicación no están del lado de la resistencias y de las luchas por transformar la comunicación y hacerla más democrática. Las sociedades racistas se reproducen desde los medios de comunicación, de hecho, los rostros de los medios son blanqueados en su mayoría, Bolívar Echeverría dice que los rostros blanqueados reproducen el orden del capital. El racismo es inherente a la estructura de las capitalocracias y en Chile no estamos ajenos a esta realidad.

¿Es en este contexto que, según manifiestas, el concepto de octubrismo es instalado como una manera de conservar la capitalocracia?

Toda la transición democrática en Chile ha implicado una relación muy fuerte con los capitales. Fue José Joaquín Brunner quien comenzó a hablar de octubrismo para lanzar un resorte a la capitalocracia, para seguir demonizando la revuelta. Los artículos y columnas que se pueden leer en internet, con algunas excepciones, después del rechazo a la carta magna paritaria y plurinacional han intentado borrar el legado del espíritu de la revuelta con distintos significantes. El octubrismo es uno de ellos, el otro, y quizá el que más ha calado a través de los medios es “estallido social”. Cualquier uso conceptual tiene efectos comunicacionales y políticos. Las ciencias sociales y la politología producen palabras que están siempre embrujadas y, sin duda, trabajan, en tanto palabras, a favor o en contra de ciertas concepciones de la política y sus ordenamientos sociales.

¿Qué precedentes marca la revuelta chilena, tanto en Chile como en el mundo?

Mientras no haya cambios estructurales, las revueltas han llegado para quedarse. Hoy la revuelta está en repliegue, pero nada asegura que no venga otra generación y haga algo similar al 18 de octubre. El malestar sigue en marcha. La propuesta de Constitución que fue rechazada planteaba que los Estados plurinacionales radicalizan la democracia, al igual que lo paritario, la revuelta es femenina y completamente abierta a profundizar la democracia. Cuando se rechazó la Nueva Constitución se cerró un portal importante. Pero yo creo que hay algo que no puede ser cerrado por los espectáculos electorales, esto es; el carácter de acontecimiento de la revuelta. Es decir, después de la revuelta la verdad de la política es la dignidad. Este y no otro es el verdadero legado de la revuelta del 18-0. Por eso, la verdad de la política volverá una y otra vez hasta que encuentre su morada.

*A contar de la próxima semana, el nuevo libro, publicado por editorial Qual Quelle, estará a la venta en diversas librerías del país.

*Conversación con Jun Fujita:

Un anexo del libro incluye una conversación entre el autor y el pensador japonés Jun Fujita, diálogo en que se busca ampliar los antecedentes contextuales que derivaron en el triunfo del Rechazo.

PARA ADQUIRIR EL LIBRO: Puedes escribir un mensaje vía Instagram a la editorial Qual Quelle AQUÍ.

 

Información periodística: Violeta Bustos, jefa académica de Extensión y Comunicaciones Estética UC, Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo..