INSTITUTO DE ESTÉTICA

Lorena Amaro: “Chile vive una batalla por la memoria colectiva y por la dignidad humana”

La graduación de Licenciatura, diplomados y magíster de nuestro Instituto, que se realizó en enero se transformó en un espacio de reflexión sobre los episodios que ha vivido el país. Nuestra directora dio un discurso sobre el rol de la educación estética, aportó una mirada crítica a las jerarquías de difusión de conocimiento e hizo un llamado a las nuevas generaciones.

 

Más de 150 estudiantes recibieron el documento que certifica el cierre de un ciclo. Licenciados en Estética; diplomados en Gestión Cultural, Fotografía Digital, Estética y Filosofía y Apreciación Estética de Literatura Infantil y Juvenil; y las nuevas generaciones de Magíster en Estéticas Americanas y Estudios de Cine. Todos ellos, reunidos en el templo de Campus Oriente, participaron de una ceremonia diferente a cualquiera que se haya realizado antes.

Reflexiones sobre el estallido social y el rol de la estética hoy más allá de su vínculo con el arte o la cultura y gestos de diversos estudiantes, quienes se taparon un ojo con la mano -en señal de empatía con los mutilados oculares-, formaron parte de un escenario nuevo, donde ponerse de pie a recibir un reconocimiento se transformó en una experiencia eminentemente colectiva.  

En su discurso, nuestra directora Lorena Amaro citó al filósofo Jacques Ranciere y su relato sobre “el maestro ignorante”. Referente que utilizó para poner en contexto el rol de los educadores más allá de “explicadores” de la realidad como ejercicio de poder. Al respecto, se refirió al valor de reconocer cómo las nuevas generaciones enseñan también a los mayores y en este caso, cómo han logrado transmitir su lucha y esperanza contra las “desigualdades”.

Amaro recalcó además, cómo la misión de la estética en contacto con la realidad social no sólo se ocupa de las artes y la cultura, sino que también de las manifestaciones populares que han tenido lugar en nuestras calles. Un llamado a instalar una cultura de DDHH con una UC que impulse este propósito, también fueron parte del discurso.

Por su parte, el decano de la Facultad de Filosofía, Olof Page, también dirigió unas palabras. "La estética tiene como misión interrogar la realidad", dijo el académico
y en ese sentido, agregó, se vincula estrechamente con la política y la representación, cuestiones de vital importancia para el país en este momento. El Prorrector de Gestión Institucional, Patricio Donoso, en tanto, valoró la elección de quienes estudian esta disciplina en términos de la importancia de seguir la propia “vocación”.

En la ceremonia se entregaron también reconocimientos a los mejores alumnos de los programas. La estudiante destacada de licenciatura, Fernanda Pino, dio un discurso donde destacó que la mitad de quienes le hicieron clases en Estética eran mujeres.

Cabe destacar que en esta ceremonia se graduó la primera generación del Magíster en Estudios de Cine, liderado por el profesor Pablo Corro, programa que actualmente, se encuentra en proceso de acreditación (La mejor alumna premiada fue Bernardita Cubillos). Se graduó también una nueva generación del Magíster en Estéticas Americanas dirigido por Claudia Lira (El mejor alumno premiado fue Mirko Covacevic).

Nota: Los mejores estudiantes del Diplomado en Gestión Cultural, Literatura Infantil, Fotografía Digital y Estética y Filosofía fueron: Viviana Mora; Doris Sarmiento y Fernando Urcullo; Karina Quitral; y Camila Echeverría, respectivamente.  

*A continuación, puedes leer el discurso íntegro de nuestra directora Lorena Amaro:

Estimados Vice Gran Canciller de la UC, Sr. Tomás Scherz, Prorrector de Gestión Institucional, Sr. Patricio Donoso, Directora de Educación Continua, Sra. Margarita Guarello, Decano de la Facultad de Filosofía, Sr. Olof Page; Secretaria Académica de la Facultad, Sra. Valeria de los Ríos, profesoras y profesores, funcionarias y funcionarios que hoy nos acompañan, padres, madres, familias, y sobre todo, queridas y queridos estudiantes que hoy nos dejan:

Les contaré una historia que seguramente ya muchos de ustedes conocen. Seguramente contaré me apropiaré muy mal de esta historia, en rigor del tiempo que tenemos. La tomo del filósofo Jacques Rancière en el libro El maestro ignorante. En ese libro se relata el curioso giro que dio la vida del maestro Joseph Jacotot al finalizar el período de la Revolución Francesa. A Jacotot la revolución lo sorprendió muy joven: por ese entonces era un estudiante de retórica que se preparaba para ser abogado. Pero la vida, o más bien el asalto a la Bastilla, lo llevó a ejercer el oficio militar y, en poco tiempo, a convertirse en director de una escuela politécnica, y luego a incursionar en la política. La restauración monárquica, sin embargo, habría de dar un nuevo vuelco a su historia, pues lo exilió en la Universidad de Lovaina, donde debía instruir a los estudiantes en lengua y literatura francesas. Él, sin embargo, no conocía una palabra del holandés que hablaban sus pupilos. ¿Cómo lo resolvió? Jacotot era una persona formada en el difícil arte de ir resolviendo los numerosos giros de una vida accidentada por la Historia. La gran aventura intelectual de Jacotot, dice Rancière, fue hacerle frente a esta experiencia dándoles a leer a sus estudiantes un libro, el Telémaco, de Fenelon, en una edición bilingüe. Sin saber nada del holandés, el maestro (ignorante) evaluaba sus avances, pidiéndoles que escribieran en francés a partir de la lectura del libro. Los resultados, aparentemente, fueron auspiciosos. El francés de los alumnos, predominantemente refinado y libresco.

Jacotot extrajo algunas ideas pedagógicas sobre esta experiencia, que en los tiempos que corren, de grandes giros epistemológicos, han sido redescubiertas y muy valoradas: él ponía al descubierto que era necesario invertir la vieja lógica del sistema explicador, lo que el feminismo materialista hoy definide como “el testigo modesto”, aquel hombre de ciencia que “explica” a una audiencia ávida de conocimiento grandes y transparentes verdades. Jacotot creía ver que la explicación no es necesaria para remediar una incapacidad de comprensión. Para Rancière, esta incapacidad no sería otra cosa que la ficción que estructura una concepción explicadora del mundo, concepción en que el explicador es el que necesita del “incapaz” y no al revés. Es el explicador el que “crearía” al incapaz como tal. Explicar alguna cosa a alguien es, en efecto, demostrarle que no puede comprenderla por sí mismo. Esto, que hoy forma parte del análisis y las demandas feministas, en el siglo XIX no lo tenían nada claro, y es que la explicación entraña una fuerte relación de poder.

En su práctica pedagógica, Jacotot les ordenaba a sus estudiantes, cito a Rancière, “cruzar un bosque del que ignoraba las salidas”. Y se revelaba que se puede ser un “maestro ignorante”. Pero ojo: un maestro ignorante no es un maestro ausente. Es aquel que, sin saber, puede señalar en ese bosque desconcertante del conocimiento el camino de la emancipación intelectual.

¿Por qué hablarles hoy sobre este concepto de emancipación? Me parece que, como él, vivimos hoy tiempos de importantes cambios. No quiero despedirlas y despedirlos esta tarde sin aludir a esos cambios profundos, que nos indican que algo se ha trizado profundamente en el país, una trizadura que, con sus particularidades y contexto histórico, responde también a una condición mundial. Lo que se ha roto es el sentido común de las cosas, la normalización de una cotidianidad que claramente ha sido dolorosa y violenta para una gran mayoría de chilenos. Han sido puestas en cuestión las palabras que usamos, las rutinas que realizamos día a día, el modo en que nos vinculamos con las demás personas. En este momento de cambios confluyen el feminismo, la emergencia de nuevas realidades tecnológicas y formas de convivencia virtual, las injusticias de una sociedad gobernada por el mercado, los grandes y dolorosos desplazamientos de innumerables grupos humanos, la amenaza ecológica y la sospecha frente al antropocentrismo.

Me gusta aplicar a lo que estamos viviendo una palabra ideada por la gran cuentista argentina Hebe Uhart: “desfulanización”. Una práctica que en el relato del mismo nombre, realiza una joven estudiante de Filosofía que está descubriendo la famosa epojé fenomenológica: “había entendido a mi manera el concepto de poner entre paréntesis. Yo había inventado un término: ‘desfulanizar’”. Y así va, por el mundo, “desfulanizando” a los almaceneros de su pueblo, al negro Félix, al ruso Adán. En este cuento, la desfulanización, más que ser una metáfora fenomenológica, funciona como una divertida crítica al mundo del lenguaje, de los afectos, de cómo nos construimos y leemos unos a otros, de la grosería que es alinearse siempre con el sentido común que “fulaniza” las cosas. En el breve relato de Hebe Uhart observo el valor del pensamiento crítico y la ironía que considero fundamentales para afrontar la vida con sentido estético. ¿Qué es ese sentido estético? Quienes aquí estudiamos y trabajamos muchas veces nos vemos enfrentados a esa pregunta. ¿Qué es la estética, para qué sirve? Entonces aclaramos que no solo se trata de la filosofía del arte, que por cierto nos concierne, sino también de otras manifestaciones, como las que emergen de la cultura popular. Entonces aclaramos, pacientemente, que no se trata solo de categorías como la belleza o el gusto, porque es también la confrontación política de lo monstruoso, lo sublime o lo grotesco. Y espero que nadie les pregunte mañana, egresadas y egresados de la Licenciatura en Estética, de los programas de Postgrado en Estéticas Americanas y Estudios de Cine, de los diplomados en Apreciación de la Literatura Infantil y Juvenil, Estética y Filosofía, Gestión Cultural, Fotografía Digital, para qué sirve lo que han estudiado. Porque ni siquiera se trata aquí de la llamada “utilidad” de lo inútil, o, como creen tantos, de embellecer el mundo como si lo estético fuera simplemente un ornamento. Ustedes lo saben y supongo en esto la complicidad con sus profesoras y profesores, en el diálogo que hemos tenido en este tiempo, desde la incertidumbre de la contemporaneidad. Precisamente, desde donde no sabemos, y aún así hemos procurado, creo, promover en ustedes la emancipación intelectual y el deseo de aprender, de traducir un mundo cada vez más abigarrado y complejo. Realmente, durante este año muchas veces creo que no hemos sabido nada. Jacotot no sabía el holandés. Cuántas cosas no sabemos sus profesoras y profesores en que quisiéramos guiarles. De hecho, hemos aprendido de ustedes el fraseo de las nuevas palabras, que nuevas generaciones críticas y llenas de esperanza están creando para Chile. Un lenguaje nuevo (desfulanizado) para sacudir y acabar con las desigualdades de todo tipo y para afianzar, y en esto la universidad debiera ser clave, una cultura de los derechos humanos.

Desde su nacimiento, el Instituto de Estética ha procurado visibilizar el peso de la reflexión que vincula el arte con la vida, las expresiones simbólicas y la política, las retóricas artísticas con el conocimiento de las singularidades y los colectivos. Estamos orgullosos de las numerosas investigaciones en curso, de las frecuentes visitas internacionales que recibimos cada año. Desde este espacio, que busca consolidarse como un referente de la reflexión crítica y estética en nuestro continente, podemos contribuir a resolver los problemas que nos aquejan como país. Tenemos algo que decir de cara a la pauperización de la cultura, en un Chile que ha ido eliminando las horas de la asignatura de Historia en los colegios, o en que se crea un nuevo Ministerio de Ciencias (que Jorge Babul ha llamado recientemente, con ironía, “de Ciencias Naturales”) en que ha sido muy difícil posicionar las palabras “conocimiento” y “humanidades”, al lado de otras, más prestigiosas socialmente, como “tecnología” o “innovación”. No nos extraña, pues, la profunda crisis de sentido que estamos presenciando. Chile vive una batalla por la memoria colectiva y por la dignidad humana y en ella somos imprescindibles los estetas, los gestores, los lectores, los críticos, los creadores, los curiosos, los investigadores, los educadores, los filósofos. Ustedes son imprescindible, y ahora que egresan, los invito a trabajar, a levantar su voz.

Un momento de cambio como el que estamos experimentando, remueve las epistemologías, las formas de enseñar, las formas de sentir y pensar. Consecuentemente con la pasión que nos mueve, hemos procurado, en los más duros meses del año que termina y en que ustedes han realizado el enorme esfuerzo de cerrar sus programas de estudio, involucrarlos en la conversación sobre el sentido de la creatividad barroca que dibujos, murales, insignias, banderas, trazan en las calles de todo el país, poniendo al descubierto las fisuras del discurso nacional y poniendo también de relieve lo heterogéneo, lo fluido, lo que resiste a la uniformización y pauperización de la experiencia. Leyendo lo que ocurre, leyéndonos, explorando sentidos, vislumbrando pequeñas iluminaciones de lo cotidiano que nos remecen por su potencial político, es como nos reafirmamos y nos hacemos únicos. Lo supo Jacotot y lo sabemos también hoy, en la incertidumbre compartida, quienes formamos parte de esta comunidad: el camino en el bosque es un camino desamparado, pero es un camino que vale la pena andar.

Los echaremos de menos. Y vuelvan, que aquí esperamos estar para ustedes.

 

Información periodística: Violeta Bustos, Coordinadora Académica de Extensión y Comunicaciones